Aterrizó en una esquina de claroscuro sentimiento, el jamás había
estado en esa cintura, en ese par de pechos desde donde se podía ver un
horizonte de piernas largas y pies pequeños, exploró aquella zona y se situó en
el corazón de ese planeta, de ese planeta llamado mujer donde cayó por
accidente, por falla de coordenadas en su trayecto, construyó su casa y fabricó
el muro de sus sueños, donde cada mañana anotaba en una mitad los que lo hacían
volar lejos, visitar desde arriba ese planeta mujer, y en la otra mitad
dibujaba con sentimientos la significación de cada pista que dejaba ese olor
tan familiar, esa calidez tan infinita que aquella mujer le daba, y pronto se
hicieron uno, el hecho raíces en aquel corazón tan afable, tan cálido y cómodo,
y ella dejó que explore cada rincón de su planeta, el inventó una gravedad de
color azul brillante que le oxigenaba el alma y ella dejó que con su aliento la
envuelva de pies a cabeza… El piloto interestelar y la mujer planeta son uno
sólo, el es colono de su alma y ella albergue de su vida.