domingo, 19 de enero de 2014

De vereda a vereda

Ahí iba, vestida de miedos, sin transparencia ni encajes que puedan adornarla, con un extraño brillo opaco, casi como un borroso tono sepia. Caminaba por la vereda de enfrente, era desapercibida para todos, excepto para mi, yo la podía ver de lejos, de cerca si quería, si se dejaba palpar apenas por el aire que la atravesaba, por que no podemos negar, que el aire traspasaba por sus poros, por su retina aguada de sal. Absorbía los colores de la calle mientras se alejaba, convertía cada sonido en sombra, los autos, los faroles, las verjas, todo se ponía borroso a su paso, tomaba la juventud de las cosas como si se alimentara de ello, y lo más curioso de todo es que no tenía más vida, el brillo opaco jamás brilló más intensamente u opacó más de lo que ya lo hacía.
- y que esperabas de ella? Pues las manifestaciones del alma son así cuando se sienten heridas, no matan nada a su paso pero tampoco iluminan la vida del que no la corresponde, simplemente deciden liberarse del cuerpo, encontrar un envase perfecto para sobrevivir... Tal vez, y sólo tal vez ella te buscaba, tal vez eras su envase perdido, o simplemente quería que te le acercaras, sentir calor de cuerpo ajeno, no por un tema de soledad acompañada, no, si no por un momento de proxémica invadida, para poder echarte de su círculo de confianza, de su parte neurálgica. Así es el alma herida cuando se libera, entiende por primera vez que la libertad del alma va de la mano con la soledad del cuerpo, y no está dispuesta a sentirse sola, busca otra alma libre que camine con ella.

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