martes, 21 de junio de 2011

Salada

Tengo una buena/mala costumbre para escribir, siempre que me pongo en frente de la computadora el maestro Tío mío Andrés Calamaro me viene a la mente y me pone pelotudamente filosófica, es así que cuando quiero hacer chistes absurdos me salen con un toque de Mafalda que antes no lo conocía en mí. Como cuando escribía artículos para una revista digital, lograba ese sarcasmo afamado por el público muy similar a mí, eso nos deja cercadas las opciones de ser multitarget. Para el año 2008 descubrí de pronto que tenía lo que llaman los Ecuatorianos: La Sal Quiteña, eso del chiste fácil pensado en dos segundos que tiene por finalidad hueviar al otro, y la verdad que no se de donde vino, simplemente un día estuvo ahí latente esperando a ver que pobre cristiano se prestaba para mis chistes. Y la verdad es señores y señoritas, que jamás recuerdo que es lo que dije... así como viene, se va.

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